Ya bien comidos y bien acompañados con algún vino de la región, cansados, nos dispusimos a volver al hotel a dormir, ya que al día siguiente iba a ser otro tramo interesante.

Por la mañana, nos levantamos, desayunamos todo lo que nos dieron y cargamos la camioneta. Arrancamos con rumbo siempre sur, hacia Purmamarca, el Cerro de los Siete Colores. Siempre es agradable volver a pasar por allí, pero lo que me sorprendió a mí fue cómo había cambiado el pueblo desde que lo había conocido en 2003. Es muy impresionante la cantidad de hoteles y sitios nuevos. Atravesamos la zona urbana y nos subimos a la Ruta 40 con destino San Antonio de los Cobres para tanquear y seguir viaje hacia Cachi. La ruta es muy buena, con paisajes de distintos colores y formas, así como los campos que se atraviesan. Llegamos a San Antonio, paramos en una estación fuera del centro, donde hacemos full y nos tomamos un café.

Un recorrido impresionante por el Abra del Acay

El próximo tramo, siempre sobre la Ruta 40, implica pasar por el Abra del Acay, a más de 5.000 metros de altura. Una vez listos, emprendemos nuestra ruta, siempre con alguna parada fotográfica, hasta que llegamos al pie del comienzo de la subida al Abra y vemos con sorpresa que el trazado había sido cambiado para mejor, serpenteando en la ladera y donde se podían ver a lo lejos algún camión o camioneta subiendo o bajando. Ahí empezamos la subida y sin mayor inconveniente llegamos a la cima, donde obvio nos paramos a sacar fotos en el cartel indicador. Como el día era muy claro y luminoso, fue sorprendente ver que podíamos ver, yo creo, más de 100 kilómetros. Era una vista interminable de lo que se podía dar desde esa altura, el ángulo sobre la tierra, lo que la curvatura de ella podía permitirnos con ese ángulo. La última vez que había pasado, el día era nublado, lo que nos recortaba notablemente la visión. Una vez que nos sacamos las fotos que queríamos y nos delectamos a gusto con esa visión, reemprendemos el camino, pero esta vez cuesta abajo.

El apremio de la realidad y la improvisación en el viaje

La ruta fue sencilla, sin mucho más que agregar, hasta que llegamos a Cachi, pueblo turístico muy bonito, siempre muy bien mantenido, con restaurantes muy lindos. Nos acercamos a uno que tenía chivito y nos sentamos a degustarlo. Entre tanto, Diego recibe una llamada en la cual se le presenta un apremio para volver a Buenos Aires, por lo que tuvimos que abortar la idea de pernoctar en Cachi y tuvimos que salir hacia Salta City para dejarlo en el último avión hacia Aeroparque.

El camino hacia Salta lo manejó Diego, por lo que tuve la posibilidad de recrear la vista con los paisajes, pero eso es otra historia.