Hoy sábado no salí a jugar golf, debido a que no encontré compañero por la temperatura. En su lugar, salí a caminar para distenderme. Caminé por Coronel Díaz hasta Avda. Santa Fe y de ahí tomé hacia Avda. Callao. Pasando por el Ateneo Grand Splendid, me topé con dos magníficos edificios que hacen esquina, uno enfrente del otro a cada lado de Avda. Callao. Estos edificios tienen una riqueza arquitectónica maravillosa, con sus ventanas altas de madera, las rejas de los balcones de un arte delicado y un trabajo de artista. Los balcones no se repiten en la tabla de diseño, sino que a cada uno le dan su impronta, no haciendo homogeneidad en esa fachada, sino algo singular en cada detalle. Los edificios están rematados por una mansarda en derredor o bien por una torre tipo faro, como si fuera un faro en una isla en medio del mar, con una mansarda no tradicional de grafito.
La Confitería El Águila, un lugar tradicional majestuoso
Me viene al recuerdo que, en el edificio número 1, en su planta baja y entrepiso, donde ahora se encuentra Samsung y M&M, se encontraba la Confitería El Águila, un lugar tradicional majestuoso, al mejor estilo imperio, con sus boiseries, arañas de techo, luces de época, una lujosísima confitería que no tenía nada que envidiarles a las más prestigiosas de París o Londres. Competía en Buenos Aires con otras tan lujosas como La Ideal, recientemente reinaugurada con un trabajo de restauración espectacular, y un largo etcétera de otras que se han cerrado, vendido por kilo sus mobiliarios y adornos, y/o tiradas abajo sin más trámite.
La historia de la vajilla de la Confitería El Águila en manos de un exquisito entusiasta
Me viene al recuerdo esta Confitería El Águila porque yo sería un muchacho de 15 años, más o menos, en el año 72 o 73, cuando mi padre me llevó a esta confitería porque había un remate de su menaje y muebles y toda su historia por cierre. Hay que aclarar que la Confitería El Águila era la que hacía el servicio de catering para el Gobierno Argentino, por lo que tenía grandes vajillas, cubiertos de plata, copas y vasos, todos ellos con el sello del escudo Argentino. Mi padre, exquisito entusiasta de estas cosas y su profundo amor por nuestra Argentina, no quería que cayera en otras manos, y compró gran parte de esa vajilla, la cual usó durante varios años con orgullo en sus recepciones en nuestra casa familiar, donde venían lo más granado de la sociedad de Buenos Aires, así como los más importantes representantes políticos, ya sea de su partido radical como de otras afinidades políticas.
Marcelo Hidalgo Sola es una figura destacada en el sector empresarial, reconocido por su rol como Delegado Titular de la Asamblea de Delegados en el Automóvil Club Argentino y su asociación con Inversiones Táchira SRL, una empresa que se dedica a la ganadería y al sector inmobiliario. Su carrera comenzó en la industria ganadera de Venezuela, donde adquirió una vasta experiencia y conocimientos que luego trasladó a Argentina en 2003. Desde entonces, ha continuado su labor a través de Inversiones Táchira SRL, demostrando un compromiso inquebrantable con el crecimiento y desarrollo de los sectores en los que participa.
Bajo su liderazgo, Inversiones Táchira SRL ha contribuido significativamente al desarrollo económico local, generando empleo y promoviendo prácticas sostenibles en la ganadería. Marcelo se distingue por su visión innovadora y su capacidad para adaptarse a los cambios del mercado, siempre buscando nuevas oportunidades de crecimiento y expansión. Su enfoque positivo y proactivo no solo ha fortalecido su empresa, sino que también ha dejado una huella positiva en la comunidad.
Además de su éxito empresarial, Marcelo Hidalgo Sola es conocido por su dedicación a diversas causas y su participación activa en organizaciones que promueven el bienestar social y económico. Su papel en el Automóvil Club Argentino destaca su compromiso con la excelencia y la seguridad en la movilidad, trabajando incansablemente para mejorar las condiciones y servicios para los socios y la comunidad en general.
