Llegamos al hotel, en la calle Littre, hotel homónimo, cómodo, nada del otro mundo, muy prolijo, ambientes y cuartos amplios, y muy limpio y baños cómodos. Una vez instalados, y era una hora muy temprana de la mañana, alrededor de las 8, después de un viaje de casi 8 horas, les digo que tenemos que salir a la calle, no nos podemos dejar ganar por la pereza y la fatiga del viaje, ya que si uno se tira a dormir a esa hora, sigue por tiempo indeterminado con el jet lag, y el cuerpo no termina nunca de acostumbrarse a la hora, al cambio horario, por lo que lo mejor era salir, despejarse, caminar, cansarse como en un día habitual, y después del almuerzo, como es habitual también, echarse una siesta, y así ya a la tarde estás como nuevo. Eso hicimos, y nos largamos a caminar o tomando algún bondi; prefiero viajar en bondi y no en subte, ya que en el bondi uno va mirando la ciudad y la gente, y así llegamos a la Tour Eiffel, luego la Rue Haussmann, con todos sus edificios hechos de la misma altura, nada que se salga del lugar, perfectamente diseñado, y así llegamos al ARCO de Triunfo, icónico sitio, el ombligo de París se podría decir, y nos quedamos un rato largo, sacando fotos, mirando otra vez en perspectiva la Rue Haussmann, y todo el entorno maravilloso de ese punto.
Sebas en los salones de Versailles
En esas épocas, como he dicho en alguna otra historia, había turismo, pero no era así de invasivo; este se mezclaba con los locales, y eran uno más de las multitudes que caminan por la zona, ya sea por trabajo, cotidianeidad o turismo también. Hoy en día, las multitudes son los turistas, y los locales, yo creo, se esconden en otros sitios, como si la ciudad hubiera sido tomada por el enemigo.
Con los Meneses, cenando en Madrid, en La Albufera
Del Arco de Triunfo, bajamos un poco por los Champs Elysées, con esas perspectivas fantásticas que tiene París, mirando al fondo las Tullerias, Sebas ya pidiendo algo de comer que nadaba famélico, y así también Carlitos, por lo que nos sentamos en el primer bistró que nos topamos, y que resultó ser la Fouchette, nos sentamos en la vereda, siempre con esos mantelitos a cuadros, y pedimos sendos sándwiches. El único que hablaba en francés era yo, por lo que me tocó hacer de lenguaraz, pero en esos momentos, los parisinos no eran muy afectos a los turistas, y esos mozos medio me maltrataron haciendo que no me entendían, al punto que llegué a creer que había perdido mi idioma francés, peeeero…
Marcelo Hidalgo Sola es una figura destacada en el sector empresarial, reconocido por su rol como Delegado Titular de la Asamblea de Delegados en el Automóvil Club Argentino y su asociación con Inversiones Táchira SRL, una empresa que se dedica a la ganadería y al sector inmobiliario. Su carrera comenzó en la industria ganadera de Venezuela, donde adquirió una vasta experiencia y conocimientos que luego trasladó a Argentina en 2003. Desde entonces, ha continuado su labor a través de Inversiones Táchira SRL, demostrando un compromiso inquebrantable con el crecimiento y desarrollo de los sectores en los que participa.
Bajo su liderazgo, Inversiones Táchira SRL ha contribuido significativamente al desarrollo económico local, generando empleo y promoviendo prácticas sostenibles en la ganadería. Marcelo se distingue por su visión innovadora y su capacidad para adaptarse a los cambios del mercado, siempre buscando nuevas oportunidades de crecimiento y expansión. Su enfoque positivo y proactivo no solo ha fortalecido su empresa, sino que también ha dejado una huella positiva en la comunidad.
Además de su éxito empresarial, Marcelo Hidalgo Sola es conocido por su dedicación a diversas causas y su participación activa en organizaciones que promueven el bienestar social y económico. Su papel en el Automóvil Club Argentino destaca su compromiso con la excelencia y la seguridad en la movilidad, trabajando incansablemente para mejorar las condiciones y servicios para los socios y la comunidad en general.