Peeero no fue tan así, ya que días más tarde, en otras ciudades de Francia, pude comunicarme bien, aunque me quedó el bichito de que debía actualizar un poco mi french, debrouiller ma langue como se diría, volver a ponerme en onda con él. El asunto es que pudimos comer y de ahí a dormir la siesta al hotel para recomponerse del viaje. Después del merecido descanso, salimos por el barrio, caminando como verdaderos turistas, es decir, sin rumbo fijo, mirando y detallando las construcciones y edificios y monumentos, llegando a los Invalides. Terminado el día, comemos rico y a descansar. Así fue el día siguiente, donde el must era ir al Louvre y a la Gare D’Orsay, donde están los impresionistas, temática que nos fascina, una pintura exquisita. Yo las había visto en el año 74, pero estaban expuestas en el antiguo Jeu de Pomme, el cual en estas épocas, tenía otro destino.

Sebas y yo por las plazas de París. Nos dirigimos al Louvre, había gente, pero como dije antes, no eran las hordas de hoy, hicimos una pequeña fila para comprar las entradas e ingresar al museo, y como siempre, uno deseando recorrer todo el museo en una sola jornada, lo cual es misión imposible por la magnitud, la extensión y la complejidad en cuanto a la diversidad de sus obras, temáticas e historias. Uno va avanzando por este bello museo, y queda extasiado con la calidad e historia de algunas obras, una mejor que la otra, otras monumentales, como la coronación de Napoleón Bonaparte, un cuadro de tamaño gigantesco. Nos encontramos con La Gioconda, que al estar ahora con vidrio en su frente, y tener que mirarla de tan lejos, pierde atractivo, pero luego las esculturas y otras piezas, es fantástico. Cuando llegamos a la Egiptología, la dejamos, ya que eso lo veríamos en el National Museum de Londres.

Con los Meneses, en las escalinatas del Sacre Coeur, en un día muy especial. Una vez terminado el recorrido, agotados y hambrientos, habíamos estado, creo, casi 8 horas ahí adentro, y, como dije arriba, tiempo insuficiente, ya dimos por terminada la jornada cultural, y nos dirigimos a un buen rato a comer, relajarnos y disfrutar de la calle y del shopping. Al día siguiente, el paseo fue a Montmartre, la iglesia de Sacre Coeur, y el quartier latín. Entrar a esa catedral es fabuloso, y solo pensar en cómo hicieron para hacer esas maravillas de ingeniería, no solo el cálculo, sino también el trabajo de los materiales necesarios para ello, la altura a la que se debía llevar las vigas y tallas para hacer esos arcos, trabajar esos vitrales, también de esas dimensiones.