Continuamos nuestra recorrida, con otras formaciones magníficas y un entorno rústico, salvaje y solitario, que con motivos suficientes merece el nombre de Valle de la Luna. Lentamente, volvemos al punto de partida. El día seguía muy frío y al empezar a caer la tarde, este se acentúa aún más, por lo que volvemos a ponernos las camperas.

Al pie de otra formación , tallada por el viento

Llegamos a la administración, nos despedimos del guía, así como de los otros integrantes de la salida, y nos sentamos a tomar un rico café en el bar. Una vez terminados, volvemos a la Jeep y ponemos rumbo al hotel, a donde llegamos ya de noche. En el medio del camino, paramos en un boliche donde vendían algunas cosas regionales, y bueno, uno para para acompañar ese esfuerzo que hacen esos locales, para estar abiertos con ese frío y esas condiciones. Al llegar al hotel, nos lavamos y rápidamente vamos al comedor a sentarnos para hacer nuestra cena, comer algo rico y beber mejor. Una vez finalizados, nos vamos a los cuartos a dormir, ya que al otro día tenemos otro día de auto hasta las serranías cordobesas.

En el medio del Valle de la Luna , con la Cherokee colorada por la tierra

Amanece un nuevo día, bueno, amanecer no tanto, porque nos levantamos y todavía era de noche. Recién cuando bajamos a desayunar, se hace el día. Pagamos y cargamos la Jeep, y me dio asco porque la Jeep era un asco la tierra que tenía adentro, como que a la noche se asentó y dejó una capa de tierra roja sobre todos los asientos y porta equipajes. Pero bueno, es parte del viaje. La Discovery no tenía tanta tierra, solo la del camino. Arrancamos hacia el Este, con el sol completamente frente a nosotros, íbamos casi ciegos, así que circulábamos despacio, en busca de la ruta 20, hasta que encaramos hacia el sur, por lo que el sol dejó de ser una molestia, y pudimos avanzar más ligero. Así fuimos, hasta que en las cercanías de Chepes, y esto sería tipo 11 y media, llegamos a una estación de servicio, tanqueamos, y decidimos pasar al comedor a tomar un café y picar algo, ya que el día se empezó a poner nublado y realmente frío. Viene el Patrón, y nos dice que está preparando un locro para el mediodía, nos miramos, y le pedimos locro para los tres, y, obvio, vino, el de la casa, el famoso pingüino. Nada, con ese frío, el día, el viaje, la tierra volando dentro del auto, el hambre que teníamos, ese locro y ese vino nos supieron a gloria, como si estuviéramos comiendo en el mejor restó de Buenos Aires, y ni siquiera, son experiencias únicas e irrepetibles.

Empezando a escalar las serranías