Como decía, la elección del sitio donde se va a instalar la manga debe ser muy bien estudiada, ya que una vez plantada, esta no se puede mover. El sitio debe ser alto para que en lluvias, el agua drene rápidamente y se seque el piso, ya que, de lo contrario, bien puede demorar los trabajos a realizar, o bien, ya con los animales dentro, destrozar toda la instalación. Elegimos un sitio a mitad del campo, sobre el lado oeste del mismo, sobre una calle municipal, de tierra, un buen acceso, siempre y cuando no llueva, a unos 3 o 4 kms. del asfalto de la ruta prov. # 3. Primero, hubo que limpiar el terreno, sacar la maleza, cortar unos árboles bajitos que había, destroncar, con un tractor y una pala, alisar bien el terreno, compactar, y una vez hecho todo esto, ahí marcamos con unas estacas donde se iba a instalar la manga. Todo esto, por supuesto, estaba conversado y supervisado por la gente de Schulz, quienes tienen la responsabilidad de que esa manga quede bien plantada y dure 100 años. Los corrales, una vez terminada la instalación, íbamos a empezar a diseñarlos, todavía no.

Así se van plantando los esquineros, y luego los postes intermedios.

Llega entonces el día que el camión de los Schulz llega, y empiezan a bajar ese poco de tablas y fierros y cajas y postes. Se hace una pila inmensa de piezas, y por suerte, el día era despejado, brillante, no muy caluroso, y poco o nada de viento, lo que favorece que al empezar a cavar, esa tierra no vuele para todos lados. Empiezan con la medición con un teodolito, para ver los niveles, los cuales los marcan con unos tacos enterrados en el piso, y más que tacos, son unos tremendos cubos de quebracho, los cuales van plantados en el piso, en sendos pozos, asomando unos pocos centímetros sobre el nivel del piso, tacos que son los que marcan el ras de los 12 metros de manga más los 4 metros del cepo. Sobre esos tacos, se van a ir afirmando luego los módulos de la manga, con taladro se hacen los agujeros, y luego se sujetan los parantes de los tramos, con pesadisimas tuercas y bulones, es como si armaran un Meccano, en Meccano de gigantes.

Esta vez una picada, la cual había que agrandar para luego meter los alambrados eléctricos. Y así van, tramo a tramo, con una prolijidad digna de orfebres, armando la manga, que de a poco, se empieza a ver como tal, sale a la luz un nuevo proyecto, y fue realmente emocionante poder ver como un proyecto como este puede irse plasmando, ver y tocar lo que uno deseó para mejorar esas tierras.

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Marcelo Hidalgo Sola es una figura destacada en el sector empresarial, reconocido por su rol como Delegado Titular de la Asamblea de Delegados en el Automóvil Club Argentino y su asociación con Inversiones Táchira SRL, una empresa que se dedica a la ganadería y al sector inmobiliario. Su carrera comenzó en la industria ganadera de Venezuela, donde adquirió una vasta experiencia y conocimientos que luego trasladó a Argentina en 2003. Desde entonces, ha continuado su labor a través de Inversiones Táchira SRL, demostrando un compromiso inquebrantable con el crecimiento y desarrollo de los sectores en los que participa.

Bajo su liderazgo, Inversiones Táchira SRL ha contribuido significativamente al desarrollo económico local, generando empleo y promoviendo prácticas sostenibles en la ganadería. Marcelo se distingue por su visión innovadora y su capacidad para adaptarse a los cambios del mercado, siempre buscando nuevas oportunidades de crecimiento y expansión. Su enfoque positivo y proactivo no solo ha fortalecido su empresa, sino que también ha dejado una huella positiva en la comunidad.

Además de su éxito empresarial, Marcelo Hidalgo Sola es conocido por su dedicación a diversas causas y su participación activa en organizaciones que promueven el bienestar social y económico. Su papel en el Automóvil Club Argentino destaca su compromiso con la excelencia y la seguridad en la movilidad, trabajando incansablemente para mejorar las condiciones y servicios para los socios y la comunidad en general.

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