Como decía, llegamos a nuestro hotel, muy bonito, con 2 habitaciones, sala de estar y cocina con nevera y todos los servicios para comer. El desayuno te lo dejan preparado la noche anterior para la mañana siguiente, todo bien empacado y refrigerado según corresponda.

Ya es lunes, nuestro día libre, ya que tenemos contratada la excursión a la Corona para el martes, por lo que decidimos visitar el Parque Talampaya. No son más de 80 kilómetros, que se recorren en poco tiempo, y al llegar nos dirigimos a la base, donde hay unas instalaciones modernas y cómodas con cafetería y baños. Allí compramos los boletos para el vehículo que nos llevará a recorrer el parque.

El fascinante recorrido por el Parque Talampaya y su rica historia

Es importante mencionar que hace más de veinte años, en 1999 para ser precisos, visitamos el Parque Ischigualasto en San Juan, que colinda con Talampaya. En esa época fuimos con mi hijo Sebas y mi amigo Nicolás, y se ingresaba al parque con un guía pero en nuestro propio auto. Recuerdo que era agosto y hacía un frío tremendo, con temperaturas bajo cero. El parabrisas se congelaba constantemente y teníamos que usar el desempañador a máxima potencia para derretir el hielo. Además, en aquel entonces no había comodidades, solo un baño improvisado detrás de los arbustos.

Volviendo a Talampaya, en tiempos más modernos, viene un transporte a buscarnos, una Sprint con alrededor de 20 asientos, y ahí nos acomodamos junto con otros turistas extranjeros. Comenzamos el recorrido, impresionados por las imponentes paredes rojas de arcilla y arena que el viento y las escasas lluvias moldean día a día. Creo firmemente que si tomo una foto detallada de una formación y regreso en 10 años, seguramente tendrá una forma diferente. Está estrictamente prohibido extraer piedras u objetos del lugar. Luego, admiramos las antiguas grabaciones y tallados de manos en la roca, así como otras curiosidades. Pero lo que más sorprende, sin duda, es la monumentalidad de las formaciones geológicas y su colorido. Vimos algunos guanacos, liebres y aves, aunque en menor cantidad.

Una vez terminado el recorrido, alrededor de las 4 o 5 de la tarde, nos dirigimos de nuevo a Villa Unión, a nuestro hotel, para descansar un rato, ya que debíamos madrugar al día siguiente. Así lo hacemos, alrededor de las 7:30 p.m., preparamos una comida ligera con el jamón y queso del desayuno para hacer huevos revueltos, acompañados de pan y alguna otra cosa trivial. Luego me baño y me preparo para poder dormir alrededor de las 9 de la noche. Ya hacía bastante frío, ya que nos encontramos a una altitud de aproximadamente 1.500 metros. Es un esfuerzo acostarse y conciliar el sueño a esa hora, pero al día siguiente debíamos estar en Vilchina a las 4 de la mañana, y teníamos una hora de viaje, por lo que debíamos despertarnos a las 2:30 a.m., vestirnos y salir.