Con toda emoción, nos internamos en ese agujero negro, pero enseguida cierran todas las persianas del tren y se encienden las luces internas, por lo que ya no se puede ver nada del exterior, aunque dudo que igual se pudiera ver algo. Transcurre el viaje, ni te das cuenta de que estás en el túnel; parece que fuera de noche nomás. Al rato, se levantan las persianas y vemos ya la luz del día y tierra firme; ya estamos en Gran Bretaña y empezamos a ver las características casas inglesas y su campiña, verde también, con sus cultivos y sus rebaños de reses y ovejas, todos animales fácilmente reconocibles para nosotros, porque son los mismos Aberdeen Angus o Hereford, o las mismas ovejas tipo merino, que vemos en Argentina.

Billete del TGV, todavía en francos franceses; el euro era un proyecto. Seguimos un corto trecho, aunque no sé cuán corto porque a esa velocidad todo es cerca, y llegamos a los suburbios de Londres; ahí disminuye la velocidad y entramos a la estación de tren, no recuerdo si era Victoria Station, y obviamente, acondicionada para este tipo de trenes y formaciones. Nos apeamos en el andén, ya escuchando puro inglés, y bajamos el equipaje, que ya tenía algún bártulo más. Nos subimos a esos taxis característicos londinenses y vamos al hotel, que como ya dije estaba reservado, muy bien ubicado; nos instalamos y salimos a caminar por el barrio, donde comemos ya algo, debido a que en Gran Bretaña se come muy temprano en la noche, y luego iba a ser difícil conseguir un restó abierto. Para nuestra sorpresa, entramos a un típico restó inglés y comimos muy pero muy bien. Yo, obvio, me comí el cordero al curry, plato que me fascina, y acompañado por unas espesas y contundentes Ale, bien tiradas, o tap beer como le dicen, aunque la temperatura de ellas no era la que más nos gustaba, pero le hicimos el deber y no fue 1, sino 2, con lo que nos aseguraba un buen descanso.

Entrada al museo de armas en París. Terminada la comida y el postre, también un pie muy sabroso, caminamos un rato más y ya nos vamos al hotel a descansar, ya que el día había sido muy pero muy largo. Al día siguiente, teníamos una agenda bastante nutrida: la catedral de St. Paul, Westminster, London Bridge, el museo de cera de Mme. Tussaud, viaje a Oxford y Cambridge y, obvio, a Harrods. Así fue que nos organizamos la agenda, mientras comíamos, y al día siguiente comenzamos nuestra recorrida. Me olvidaba del British Museum, museo que es un must, no podés pasar por Londres sin entrar a este fantástico museo.

Pequeño detalle del museo de Armas en París.