Londres siempre es una ciudad espectacular, si bien va cambiando la fisonomía debido a la multi etnicidad, una ciudad tan cosmopolita, donde se han ido a vivir miles de familias de lo que fue el antiguo imperio, y sobre todo se ven indios, árabes, no solo de la actual Arabia, sino de todo ese subcontinente, así como egipcios y otros países africanos.

Londres, una postal con sus buses de doble piso y construcciones tan características. Amanece el nuevo día, y luego de un opíparo desayuno inglés, con huevos, tomates, hongos y otros manjares, salimos apresurados por comernos a Londres, ávidos por, en mi caso y el de André, volver a ver tantas cosas que nos quedaron en el recuerdo y otras tantas pendientes, como así Sebas y los meneses, que era su primera visita al continente europeo. Siempre deslumbrante, lo primero es ir a Bond Street y a la icónica Abbey Road, en modo de paso, para dirigirnos a Westminster y a la Torre de Londres, para ver el famoso puente, el London Tower, escenario de tantas y tantas películas famosas que uno ha visto en el cine y en la tele. Obvio, no nos da el tiempo ni el cuerpo para ver todo eso, y mucho menos para hacer una recorrida por Westminster Abbey, y muchísimo menos llegar a St. Paul. Es así que nos vamos esforzando en ir recorriendo, con método, todos estos lugares icónicos, dejando para los días subsiguientes el British Museum y la plaza de Trafalgar Square, así como Windsor. Westminster es absolutamente maravilloso, tanto en su construcción como en su emplazamiento, siempre pegado al río Támesis, lo que te da la pauta de lo importante que eran esas vías de navegación, tanto para el comercio y la guerra, así como para la construcción, ya que esas imponentes piezas de piedra y estructuras era más fácil traerlas por agua que a lomo de burro o carretas, las cuales, si llovía, no podían circular por esos caminos tortuosos de barro.

Linda imagen de un bus de doble piso, enfrente de la Casa Fortnum & Mason. No pudimos entrar al edificio, nos conformamos con verlo por fuera, y nos dirigimos a la Torre de Londres, donde sí pudimos entrar y dar una vuelta por su interior, y ver donde ponían a los presos, y hoy en día, donde guardan las joyas de la corona, donde se puede ver la majestuosa Corona o Cetro Real. Uno se imagina cómo debe haber sido estar unos años ahí adentro, preso o esperando al verdugo para que haga el corte por el cuello. Salimos de la torre, y vamos corriendo a la Westminster Abbey, indescriptible en su interior, tanto como su exterior. Se ven las tumbas de sus antiguos reyes.