Entramos a la ciudad de Machu Picchu, entre muchos turistas europeos y estadounidenses, pocos americanos hispanohablantes. El solo hecho de estar pisando esa montaña, ese suelo, ya estremece, y así nos vamos adentrando al núcleo de la antigua ciudad.

Realmente te corta la respiración ver todo eso, esas construcciones magníficas, esas piedras de varias toneladas talladas al milímetro, como para que, una vez puestas en su lugar, entre una y otra no entre ni una Gillette. Las vistas desde los miradores, a más altura que el resto de la ciudad, son fantásticas.

Historia y cultura de Machu Picchu

El guía nos va señalando ciertos puntos de interés más allá de lo edilicio, como estaba conformada la sociedad, cómo se habitaba y qué costumbres había, cómo se conseguía el agua y de dónde venían los productos agrícolas y cárnicos con los que se comía, y cómo estos se cocinaban, la cultura que desarrollaban, sus ritos, cómo se administraba la ciudad y cómo era su movimiento, cómo estaba conformada su sociedad y qué tipo de trabajo le tocaba a cada uno.

Curiosidades de Machu Picchu

Uno no puede dejar de pensar, ¿por qué esta ciudad está a esta altura, sería por protección, como hemos dicho? ¿Y cómo se arreglaron para construir esas edificaciones y casas, transportar esas piedras, que como hemos dicho, pueden ser de varias toneladas, y que si bien estas eran extraídas de la misma montaña, extraídas y talladas in situ, uno debe imaginarse cómo sería transportarlas por ese terreno tan escarpado, además de inclinado, donde es imposible usar transporte de ruedas, cosa que tampoco conocían? También es pensar con qué herramientas contaban para poder hacer esos cortes tan precisos y prolijos, cómo se medía, si había planos previos y un largo etcétera.

Una vez ya extasiados de tanta belleza, y al son del gong que anuncia el cierre de la ciudad y finalización de la visita, nos dirigimos a la salida para buscar un transporte que nos devuelve a la estación del tren.

Los viajes de regreso siempre son más, o parecen más rápidos, y llegamos a la estación de tren ya de noche. Descendemos y, sin mucho más que decir, nos dirigimos directamente a buscar nuestro restaurante en la plaza central para disfrutar de una rica comida y una mejor bebida.