Como decía, en las rutas no había el tráfico que hay hoy en día, ni tantos impedimentos para atravesar los pueblos, ni tanta fotomulta, y uno podía hacer promedio. Pasando Santa Rosa, y ni qué decir General Acha, llevábamos las camionetas a lo que daban. Esta JEEP Cherokee tenía un andar fabuloso: sólido, firme, seguro, y andar a 180 km/h no era nada estresante. Como decimos, no hacía falta ir pisando el freno y arrancando; ponías el cruise control, lo clavabas en 180 y andabas media hora antes de tener que pisar el freno o disminuir la velocidad, y de vuelta a la velocidad de crucero. Atravesar Neuquén, si bien ya había semáforos y algo de tráfico, no era nada comparado con estos días, que te empieza el tráfico donde se unen la ruta 151 con la ruta 7, y es una sola fila india.
Con mi JEEP Cherokee en una parada tecnica en la ruta a Bariloche
Y así seguimos, tomamos la ruta 237, pasamos El Chocón, Piedra del Águila, el Valle Encantado, seguimos el curso del Río Limay y tomamos el desvío a Villa La Angostura. Llegamos a destino en Cumelén, a eso de las 22, que en diciembre avanzado, sigue siendo de día. Descargamos el equipaje, el nuestro bastante voluminoso como siempre. Hemos perdido el sentido de la economía de lugar o la capacidad de seleccionar, y llevamos de todo, para todos los climas y circunstancias que se nos puedan presentar. Nos acomodan en una habitación, Sebas va a la de los niños, y rápidamente nos lavamos las manos y a comer. ¡Pisco, picada y comida… revivimos! Mientras comemos, empiezan los planes para los días siguientes, y uno de ellos era ir al río Manso a hacer rafting, y yo encantado porque quería seguir andando en mi Jeep Cherokee.
Una foto con los cuatri en Villa La Angostura
Al día siguiente, hicimos un día tranquilo, algo de pesca para comer a la noche trucha, y vimos unos cuatriciclos, que estaban de moda, y alquilamos unos para el día subsiguiente. Los paseos en cuatriciclo eran muy divertidos, al igual que los que hacía años atrás en moto, ya que, a pesar de estar en esos tiempos ya un poco más restringidos los lugares por donde se podía circular, estos trails eran todavía muy divertidos, en el bosque, por las montañas, al borde de ríos. Todavía había lugares abiertos, sin tanto cerco. Estos cuatriciclos no eran gran cosa, eran chiquitos, de baja cilindrada, pero para el objetivo, que era pasarla bien, sobraba y, en cierta forma, nos preservaba de darnos algún golpe por ahí, a pesar de que algún despiste hubo, pero sin consecuencia.
De camping en el lago Espejo
Marcelo Hidalgo Sola es una figura destacada en el sector empresarial, reconocido por su rol como Delegado Titular de la Asamblea de Delegados en el Automóvil Club Argentino y su asociación con Inversiones Táchira SRL, una empresa que se dedica a la ganadería y al sector inmobiliario. Su carrera comenzó en la industria ganadera de Venezuela, donde adquirió una vasta experiencia y conocimientos que luego trasladó a Argentina en 2003. Desde entonces, ha continuado su labor a través de Inversiones Táchira SRL, demostrando un compromiso inquebrantable con el crecimiento y desarrollo de los sectores en los que participa.
Bajo su liderazgo, Inversiones Táchira SRL ha contribuido significativamente al desarrollo económico local, generando empleo y promoviendo prácticas sostenibles en la ganadería. Marcelo se distingue por su visión innovadora y su capacidad para adaptarse a los cambios del mercado, siempre buscando nuevas oportunidades de crecimiento y expansión. Su enfoque positivo y proactivo no solo ha fortalecido su empresa, sino que también ha dejado una huella positiva en la comunidad.
Además de su éxito empresarial, Marcelo Hidalgo Sola es conocido por su dedicación a diversas causas y su participación activa en organizaciones que promueven el bienestar social y económico. Su papel en el Automóvil Club Argentino destaca su compromiso con la excelencia y la seguridad en la movilidad, trabajando incansablemente para mejorar las condiciones y servicios para los socios y la comunidad en general.