Seguimos caminando por esas galerías con una iluminación bastante pobre, pero allí íbamos. Pudimos ver a los mineros trabajando a pico y pala, ya que esta mina, hoy en día, es solo de trabajo artesanal; no se permiten medios mecánicos. Es como volver al siglo XVIII: cómo van erosionando la piedra, hacen el hueco para la dinamita, y ahí sí, cuando va a explotar, debemos retroceder todos a un lugar seguro. Es un gran estruendo el que se escucha y una nube de tierra que recorre esas galerías hasta que se asienta. Seguimos, y nuestro deseo era conocer al TÍO, emblema del sincretismo religioso que se produjo con la llegada del catolicismo a nuestras tierras. Sincretismo, o un entendimiento literal de las enseñanzas a las que eran reducidos. Este TÍO era a quien debían pedirle permiso para entrar a las minas bajo tierra, ya que, según las enseñanzas religiosas, Dios estaba en el cielo, el hombre en la tierra y el diablo debajo de la tierra. Así que, si entrabas a un túnel debajo de la tierra, debías pedirle permiso a ese diablo, y no a Dios, que estaba en el cielo. Pero no podías nombrar al diablo, así que se creó a este personaje, le dieron forma, lo pusieron en nichos dentro de las galerías, y a él le llevan, aún hoy, alcohol y tabaco para homenajearlo y que les brinde protección. Es una figura muy singular, con un miembro muy importante para mostrar su masculinidad.

La planta de tratado de minerales en el cerro Potosi

Salimos al fin de las galerías, nos quitamos las botas, el casco y todo ese ropaje, lo cual no dejó de ser un alivio, y fuimos a visitar el sitio donde muelen la piedra para extraer la plata y otros metales que también son vendidos. De ahí nos fuimos al hotel, a lavarnos, para salir a comer.

Caminando por una de las miles de galerías del cerro Potosi

Amanece un nuevo día, y cargamos los autos para recomenzar el viaje, con destino La Paz, haciendo una parada intermedia en Oruro. Es interesante porque, uno, al leer la historia de nuestros países, encuentra que todas estas ciudades se mencionan de forma permanente, ya sea por batallas o bien congresos. Llegamos a La Paz, entramos por El Alto y llegamos a nuestro hotel, ya más abajo de los 4.000 metros sobre el nivel del mar. Esa noche, al salir a comer, pasamos primero por la Calle de las Brujas, una calle muy interesante porque son todos negocios que venden pócimas, elementos para brujerías, cartas, hechizos, ropas para ciertos rituales y un largo etcétera. Nos quedó la duda de si eso son reminiscencias del pasado y actualmente es solo una carnada para el turismo, o si en realidad hay gente que va a comprar todo eso.

Con el TIO , en una de las galerías de las minas