Entramos a Bolivia por Villazón, y como decía, es una frontera muy transitada, un ir y venir de gente todo el tiempo, todos los meses, todos los años, y con más fuerza, dependiendo de si el cambio es favorable a nuestro país o si es favorable a los bolivianos, trayendo y llevando mercancía y todo tipo de productos.

Una vez atravesadas las aduanas y migraciones de los respectivos países, que uno no sabe bien para qué se hace, ya que por los pasos naturales entran y salen como les da la gana. Incluso, en las mismas fronteras, con toda esa multitud de funcionarios, hay vías expres para los pobladores de ambas fronteras, donde van y vienen con carretillas u otros medios para llevar y traer todo tipo de mercancías.

En Villazón, por la noche, comiendo en el hotel.

Ya empezaba a caer la tarde, y arrancamos hacia Tupiza, internándonos en Bolivia para pasar la noche. Llegamos al hotel en Tupiza, bastante modesto pero limpio. Nos acomodamos, nos lavamos y salimos a comer. Pero en la recepción nos dicen que restaurantes no hay, que son casas de comida, y decidimos pedir algo simple, tipo sándwich, dentro de nuestro hotel. Nos ofrecen unos piscos con Singani, que es el pisco boliviano, y con eso estábamos hechos. Nos vamos a bañar, dormir y listos para la mañana siguiente. Amanece, aunque no hay que olvidarse de que es invierno, por lo que los días son bastante cortos. Desayunamos lo que nos dan, que no fue nada espectacular, ni había cómo pedir algo fuera de lo servido. Cargamos las camionetas, pagamos y partimos rumbo a Potosí, la ciudad de la plata, plata como mineral. La ruta es, entonces, en parte enripiada, con unos peajes muy cómicos porque eran unas cuerdas atravesadas en la ruta, y ahí debías bajarte y caminar 100 o 200 metros para pagarle a un sujeto vestido tipo policía. Una vez cumplimentado el pago, chiflaba para que levantaran la soga y pudiéramos seguir viaje.

Potosi , mercado debajo de las minas , sólo Coca , Dinamita y alcohol

Así seguimos, hasta que llegamos a Potosí, donde buscamos nuestro hotel, bastante lindo en comparación con nuestras expectativas. Nos acomodamos y, al ver que todavía había luz, salimos a caminar por la ciudad mientras buscábamos nuestro restaurante, ya que andábamos con bastante hambre, puesto que al mediodía habíamos comido un pequeño tentempié, como decían antes.

Llegada la hora de comer, que no pasaría de las 19:30, entramos a nuestro restaurante, nos acomodamos, pedimos una ronda de piscos sauer o Singani sauer y ordenamos nuestros platos. La mayoría pedimos un plato con carne de llama, la cual nunca en mi vida había probado, y era una buena oportunidad para ello.

Aca , “fumando” una dinamita