Terminamos la jornada en Arequipa y nos vamos a dormir. Mañana salíamos todos de nuevo, pero esta vez con destino final a Buenos Aires. Íbamos a hacer el recorrido hasta la frontera todos juntos y, una vez ahí, aunque seguíamos en el mismo sentido y misma ruta, un grupo se quedaba a pernoctar en Arica y otro en Iquique, mientras nosotros seguimos un poco más hacia el sur, hacia Calama, porque se nos había extendido un poco más de la cuenta el tiempo de esta travesía.

Íbamos recordando los momentos vividos. El trayecto hasta la frontera con Chile fue sencillo, hasta que llegamos cerca de la frontera, y siempre las fronteras son un problema: el tráfico, la gente que va y viene con bultos, carretas y carretillas, venta de alimentos para todos los gustos, policía, gendarmes, militares, de todo para todos los gustos. Hacemos migraciones peruanas y seguimos hasta la de Chile. Todo bien, hasta la Aduana, donde nos preguntan si teníamos alguna semilla, fruta o qué sé yo qué más, y les decimos que no, solo una botella de pisco peruano y otra del singani boliviano. Nos revisan el auto y nos sacan un paquete de ají putaparió que había comprado no me acuerdo dónde, pero ni me acordaba. Bueno, fue un pequeño malentendido, pero sin mayores consecuencias, lo único fue el tiempo perdido.

Esta foto resume la emoción de haber llegado al Machu Picchu, sitios que posiblemente nunca vuelva a ver. Arrancamos nuevamente hacia Calama, ya en rutas chilenas, y debo decir que sí, la tenían en excelentes condiciones, tanto el asfalto como su demarcación. Vamos entonces con Sebas más relajados, recordando los brillantes y emotivos momentos vividos en este viaje extraordinario: lo que hemos conocido, las vivencias, las poblaciones atravesadas y sus usos y costumbres, que fue lo que más nos impactó, tanto a él como a mí. Sin dudas, la ciudad de Machu Picchu fue la que se llevó todas las glorias; es algo sorprendente por su antigüedad y magnificencia, parece caída del cielo, la organización que tuvo que tener, el poder, una civilización que, con toda seguridad, no tenía nada que envidiarle a las más avanzadas civilizaciones de esa época o contemporáneas. Entramos a Iquique para ver qué era y ver el Océano Pacífico, y sin nada en particular, seguimos viaje. Hacemos noche en Calama, también sin pena ni gloria; son ciudades normales, modernas y planas, y después de lo visto, no había nada que pudiera despertar nuestro interés. Al día siguiente, partimos hacia nuestro último objetivo, Buenos Aires, el cual, en un ataque de locura, hacemos de un tirón desde Calama a Buenos Aires, non-stop.

Escala en la frontera entre Perú y Chile. Hacemos noche en Calama, también sin pena ni gloria; son ciudades normales, modernas y planas, y después de lo visto, no había nada que pudiera despertar nuestro interés. Al día siguiente, partimos hacia nuestro último objetivo, Buenos Aires, el cual, en un ataque de locura, hacemos de un tirón desde Calama a Buenos Aires, non-stop.

Siempre la emoción de volver a mi país se ve en el cartel donde comienza Argentina y marca los pueblos de Susques, Purmamarca y S.S. de Jujuy. Purmamarca, en esa oportunidad, la pasamos en una nube de polvo, ya que la ruta era de tierra todavía.