Después de pasar esa noche en ese vivac, una especie de hotel-parador, salimos en búsqueda de un lugar para desayunar y lo encontramos en la estación de servicio. Ya hechos los arreglos, es decir, tanquear, desayunar, limpiar vidrios, revisar neumáticos y aceites, partimos rumbo a San Antonio de los Cobres, parada donde íbamos a almorzar, o algo parecido a eso. La ruta nos va llevando por la estepa de esas alturas, caminos sinuosos entre las montañas, vamos pasando pueblos, donde lo más notable son las antiguas estaciones de tren, en las épocas que este corría por estos parajes, y en los cuales, en algunos pueblos, había talleres o galpones acopiadores de lana o minerales o lo que fuera, pero al desaparecer este servicio de trenes, estos pueblos fueron perdiendo significado, ya que ese trabajo que ofrecían los ferrocarriles desapareció, y este era la vida de ellos, más el tránsito de gente o pobladores, más el tráfico de mercancías, las cuales eran todas movidas por estos trenes, y de estas vías, lo que quedó, fue el tren de las nubes, que si bien es algo maravilloso, esos puentes no se construyeron para el turismo, sino para dar paso a ese tendido de líneas férreas. No escatimaban costos para hacer algo que perdurara en el tiempo.

Llamas en los campos de la Puna Salteña

Así vamos recorriendo esas alturas y valles, colores diversos y texturas sorprendentes, un cielo azul diáfano, solo como esa altura puede dar, y al fin llegamos a San Antonio de los Cobres, pueblo también que era un hub del tren, un centro logístico muy importante, y el que también sucumbió a la muerte del tren, pero tuvo una sobrevida con el efecto del turismo. Paramos a tanquear, siempre es importante llevar los tanques llenos, porque uno nunca sabe si en algún sitio uno debe retroceder, o si en la próxima etapa falta el combustible, así que, hombre prevenido, vale por 2. De ahí, nos acercamos a un boliche restaurante, donde había unos turistas europeos, a los cuales los había traído una van.

En una altura, con el salar de fondo, el salar del Hombre Muerto

Es importante destacar que en estos años aún no había la marea de turistas que hoy sí tiene esa región, donde probablemente, para comer algo en ese boliche, hoy tengas que hacer cola en temporada. Pero bueno, el asunto es que nos comemos unas empanadas, muy buenas, como en general lo son las salteñas, y ya dándonos por satisfechos, volvemos a nuestras naves para retomar el camino. Es de destacar también que en estas épocas estos caminos eran todos de tierra, y hoy se encuentran asfaltados.

Vista infinita, en el desierto, estepa y aridez.