La importancia de la alimentación nocturna en altitudes elevadas

El tema de la comida por la noche es muy importante, ya que no se debe subir a esas alturas con la digestión a medias, y a 1.500 metros sobre el nivel del mar, la digestión es más lenta.

Nos despertamos a las 2:30 a. m., nos vestimos, tomamos un café y salimos hacia Vilchina. Hacía mucho frío a esa hora, así que salimos bien abrigados, además de llevar lo necesario para subir a la Corona. Hay que recordar que por cada 180 metros de altura, la temperatura baja 1 grado, y aunque es muy seco, el viento puede cambiar mucho la sensación térmica.

Llegamos a Vilchina y no tuvimos problemas para llegar al punto de encuentro, que estaba en el museo del pueblo, a las 4 a. m. Llegamos un poco antes y esperamos a que llegara Federico, nuestro guía y transporte. Mi Tiguan, a pesar de ser integral, no tiene tracción baja, algo imprescindible para sortear estos terrenos, ni suficiente potencia ni neumáticos tipo ATR o al menos AT, también indispensables para evitar que las rocas, muchas veces volcánicas, corten los neumáticos como si fuera con un cuchillo.

Cuando llegó Federico puntualmente, hicimos las presentaciones correspondientes, nos subimos a su Toyota y emprendimos el viaje, dejando la Tiguan estacionada en la calle. Era de noche cerrada y luego de un recorrido sin dificultades de casi 3 horas, en su mayoría por asfalto (un asfalto que no lleva a ningún lado, ya que el paso a Chile está cerrado), nos alejamos del pavimento y ahí es cuando realmente comienza la aventura.

Desafíos y paisajes en el camino hacia La Corona del Inca

Empezamos por un camino de ripio en regular estado, con un fondo de montañas espectacular, y después de un rato ya se veían el Cerro Bonito bajo y el alto, ambos de varios miles de metros de altura, ya que nosotros estábamos transitando a más de 4.000 metros. Seguimos nuestro camino y pasamos por una zona de piedra tipo Pómez, donde se forman figuras muy simpáticas en las laderas de las montañas, mientras nosotros transitamos por el valle, el curso de agua de los deshielos, que en esta temporada ya tiene poca agua; supongo que en primavera no se podrá transitar por aquí. La superficie del terreno por donde circulamos es bastante dura y escarpada. Después de un tiempo, llegamos a una zona donde no se puede pasar sin tracción baja, debido al tipo de pendiente y a la baja velocidad a la que se debe transitar. Superamos estas dificultades con cuidado, siempre protegiendo los neumáticos de las rocas y piedras, entre otros obstáculos.

Finalmente, llegamos a la cumbre de La Corona del Inca, formando una especie de meseta arenosa. La temperatura era de menos 15 grados, y el viento soplaría a más de 80 kilómetros por hora. Era casi imposible abrir las puertas del auto, que se estacionó prudentemente en dirección al viento. Tuve que ayudarme con las piernas para abrirla. Salimos del auto y caminamos un rato, a 5.500 metros sobre el nivel del mar, contemplando paisajes alucinantes. Fue una experiencia absolutamente asombrosa poder admirar tanta belleza y ver ese lago en el centro de la Corona, hundido en una depresión del terreno, a más de 500 metros por debajo de donde estábamos parados.