Amanece un nuevo día radiante, y tomamos el mapa mientras desayunamos para investigar la ruta que nos lleve a la costa de Isla sobre el Pacífico.

Atravesando la isla hacia Cucao y su encantadora playa

Terminamos de desayunar, nos subimos a la Tiguan y nos ponemos en marcha. En realidad, no hay 2 rutas para llegar al Pacífico desde Castro, así que fue fácil decidir. La ruta es asfaltada y angosta hasta que llegamos a Cucao, y de ahí en adelante se vuelve de tierra. Al atravesar la isla, hay una vegetación muy típica del sur, con sus alerces, abetos, pinos, etc., y el camino es bastante llamativo.

Como dije, al llegar a Cucao, una pequeña aldea donde hay un par de hoteles u hostales, especialmente para turistas europeos, el camino se vuelve de ripio, y seguimos adelante hasta toparnos con una amplia playa que forma una medialuna, acogiendo al océano. Dejamos el auto y nos ponemos a caminar rumbo a una casa sobre la playa con toda la pinta de parador, y al llegar, lo confirmamos: un salón comedor bastante amplio, muy ordenado y prolijo que, por lo visto en épocas veraniegas, recibe mucha gente y también tiene cuartos para huéspedes. Pedimos café y nos lo traen, siendo este muy bueno. Nos sorprendió que en esa soledad del mes de noviembre, que todavía hace frío y estaba medio lloviznando, se pudiera encontrar un lugar donde sentarse, tomar algo y, si quisiéramos, comer algo.

Terminando el café, salgo hacia la playa con la intención de tocar el Pacífico, ya que pocas veces tuve la oportunidad de hacerlo. No se me ocurre bañarme en él, porque me moriría en el intento, creo. Sin mucho más que hacer ahí, ya que ya habíamos visto el Océano Pacífico, lo habíamos tocado y tomado café, retomamos el camino de regreso al auto y de ahí hacia Castro. Las vueltas siempre son más cortas, no sé por qué.

Llegamos al hotel y entre una cosa y otra, y alguna vuelta más por la región, se habían hecho casi las 20 horas, hora de lavarse las manos, probar un pisco en el hotel y dirigirnos a otro restaurante que habíamos ojeado durante el regreso.

De regreso a Castro: Delicias culinarias y la búsqueda de cordero asequible

Nos sentamos a la mesa, pedimos un vino blanco Chardonnay y para comer, yo me pido un cordero a la olla que parecía tener una preparación más que buena, y así fue. Estaba tierno y delicioso, y la carne de cordero me parece una de las más sabrosas. Siempre digo lo mismo, pero es una lástima que en CABA sea tan difícil conseguir carne y cortes de cordero, una carne que debería ser asequible como cualquier otra, fresca y en presentaciones para consumo familiar.